Mentira, ¿Verdad?

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Mentira, ¿Verdad?

Me gusta decir que existen o conviven tres verdades: tu verdad, mi verdad y la verdad. Ese valor ampliado de la perspectiva y de nuestra visión, que hace que podamos llegar a más consensos, a más lugares, a más personas. La dicotomía entre verdad y mentira ha irrumpido con fuerza en el debate político, agitado por lo que se ha venido en llamar `hechos alternativos´, que no es más que un eufemismo para presentar como cierto lo que es falso. Y es que no siempre usamos las palabras para describir el mundo, sino que en ocasiones construimos el mundo con ellas.

 

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La mentira es una palabra a evitar; me resulta desagradable su uso y sus acepciones. Quizás porque nos lleva a la ausencia del valor de la honestidad y de la credibilidad.  Hace algunos años formé parte de un programa de investigación en la Facultad de Psicología, en la que un grupo de psicólogos trabajamos sobre el concepto de la mentira. De esto hace ya tiempo y, aunque todo haya ido evolucionando, hay aspectos que siguen siendo reveladores. El uso de determinados adjetivos y el nivel exhaustivo de detalles que usamos cuando nuestro discurso se aleja de eso que consideramos la verdad, es característico; inconscientemente tenemos la necesidad de convencer, por ello esa delicada descripción que no necesitas usar en la espontaneidad de aquello que percibiste real o simplemente sucedió.

La mentira es decir lo que no se piensa, es expresar sentimientos que no se tienen, es crear ilusiones que no se llevarán ni a sueños, es ser infiel a uno mismo. La verdad construye, afianza nuestros lazos y genera unos sentimientos en la otra persona de reconocimiento y de disparo de autoestima. Al final, la verdad es un acto de responsabilidad.

La comunicación no verbal se ha convertido en nuestro gran delator. Normalmente nos dedicamos a preparar nuestras intervenciones desde el punto de vista de la comunicación verbal, y no siempre entrenamos o analizamos la comunicación no verbal, tan potente y determinante para nuestro éxito, liderazgo y coherencia. Analizar nuestro despliegue público con especialistas, observarnos para conocernos mejor y así poder ajustar nuestra comunicación, es un reto imprescindible para el ser humano que está detrás de un cargo público. Escucharnos, movernos ante un espejo, mirar nuestras fotos, analizar nuestras entrevistas en televisión y debates es esencial.

Por eso, para mí, la variable de la comunicación no verbal fue clave en el reciente debate que enfrentó a las dos únicas personas llamadas a presidir el próximo gobierno de España. Una comunicación no verbal reveladora del sentimiento de los candidatos; aceptación, serenidad, ira, desajuste, capricho o contrariedad. Sentimientos que estuvieron presentes y que responden a un titular que envuelve a ese debate: “Lo importante no es mantenerse vivo, es mantenerse humano”. Y la humanidad está en el polo opuesto de la defensa…

El valor de una contienda con ausencia de humanidad nos aleja de la ciudadanía, de la conexión y de los buenos resultados. Los gestos mal gestionados nos trasladan a la pobreza de votos y apoyos, a la desesperanza, al anhelo de alguien mejor, a la desafección de la política. Al protagonismo de egos, ese protagonista que nos eleva a la soledad innecesaria.

Conocernos, querer mejorar y tomar conciencia de nuestro valor y de esas áreas potenciales de desarrollo nos hará mejorar cada día; crecer nos aportará mayor equilibrio personal, minimizará nuestra soledad y potenciará nuestra capacidad de escucha. A mayor ego, menor escucha… En psicología solemos decir que el ego te llevará lejos, y allí te dejará solo. Ego y soledad están íntimamente conectados.

Terminamos no ya mintiendo o diciendo la verdad, sino viviendo en una realidad paralela, que convertimos en nuestra verdad absoluta. Eso nos lleva a no creer a otros, ni siquiera a nuestros asesores… Y empezamos a tomar decisiones cada vez más alejadas de la verdad de los otros. Y así nos vamos alejando de la verdad de la mayoría, de su realidad. Me gusta decir que no se trata tanto de verdad o de mentira, sino que se trata de aislamiento. Ni siquiera sobrevolamos la situación, sencillamente nos quedamos en esa caja protectora, donde la visión es la que es.

La velocidad a la que vamos cuando nuestra demanda de objetivos es fuerte, es muy alta. Tan alta que no nos podemos ni parar puntualmente, eso hace que vivamos perdiéndonos muchísimas cosas y a muchas personas. Es ese coche que va a tanta velocidad que nos hace perder la visión real de la naturaleza que vemos pasar, del detalle de ese paseo. Y cuando vas a mucha velocidad y frenas, incluso ahí, hay un espacio que te has perdido. A veces, no somos conscientes de cómo nos alejamos y del daño que, sin pretenderlo, podemos hacer… A veces, tener la consciencia de estar presentes, aunque sea por un corto espacio de tiempo para otros, se hace necesario para poder nutrirnos, sentirnos valiosos e íntimamente más humanos.

Me gusta la profundidad de esas palabras del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, “No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra”.

 

Maite F. Valderas

Psicóloga – Coach Político

Asesor @EtikMaite etikpolitica.es

 



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