
19 Oct Para ti, ciudadanía
Me gusta votar por la ciudadanía municipalista, esa que está por encima de ideologías, que se fuga de intereses partidistas y se centra en su interés individual. La que vota a la coherencia que le permite acostarse tranquila todos los días, sabiendo que sus hijos e hijas podrán desarrollar un futuro mejor, que después de años de trabajo, de ahorros, de sacrificios, de traslados de residencias, de grandes y únicos momentos, todo habrá merecido la pena.
Esa ciudadanía que aúna el fin exclusivo de la satisfacción familiar con la personal. Y me preguntaréis si es buena esa ciudadanía, a lo que yo responderé que sí, que es buena. Porque tiene un propósito, es equilibrada, coherente, justa, y aglutina desde el interés particular al interés general. ¡Es responsable!
Me encanta cuando durante las campañas electorales o en el último período de legislatura se desarrollan las agendas fuertes de tierra y tenemos la posibilidad de estar constantemente con las personas, con los ciudadanos. ¡Qué regalo tan grande cuando pueden ser ellos y ellas sin condicionantes!
Hablamos y evaluamos constantemente la política, opinamos sobre nuestros cargos públicos, sobre las decisiones, y ahí nos quedamos; así nos sentimos bien, observando y permitiendo que los condicionantes nublen la vista de nuestra hoja de ruta, la de los intereses particulares que, sumados, nos llevan al interés general.
Me cuentan que siempre hay que ir de lo general a lo particular, pero hoy, a nivel político lo veo complicado. Hoy, es más fácil que la ola de un buen alcalde llegue a una ola nacional, que la ola nacional llegue a una alcaldía.
Seamos ciudadanos y ciudadanas conscientes, evaluemos, observemos y apuntemos. Todo lo que nosotros entrenamos con nuestros buenos candidatos y cargos públicos es necesario que sea valorado por una ciudadanía de calidad, para así potenciar esos liderazgos reales y consistentes y ser capaces de defender vuestros intereses con vuestro voto, y con los procedimientos que el Estado de derecho os ofrece. Seguro que todos somos capaces de valorar la gestión municipal de nuestro Ayuntamiento por encima de la ideología e interés partidista; ahí somos duros y muy conscientes, porque es tangible y afecta al metro cuadrado de nuestra vida, de nuestra zona de confort. Pero la política global, aunque más lejana, es exactamente igual.
Tengamos instaurado el hábito de la duda, el hábito de cuestionar eso que nos cuentan, y contrastarlo con hechos; esa constatación nos informará de si estamos ante un liderazgo de calidad o no. Olvidemos ser partidista y volvámonos insatisfechos, así seremos selectivos con nuestros apoyos y con nuestro voto.
Asumamos que los cambios son parte de nuestra vida, y que nuestros intereses pueden cambiar en un momento dado y desear otras cosas; casarse con un color, ideología o programa puede estar delimitando nuestros intereses, perspectiva o crecimiento familiar o personal.
Desconfiemos de las campañas de marketing sin un trabajo previo, sin una marca o sello político de calidad. El cargo público no es un producto, es un valor en alza que tiene que conectar con las emociones que ya están instauradas en vuestras vidas, como ciudadanos.
Pese a todo, hay que saber que vivimos en un país moderado y con ansias de que todos estemos alrededor del centro; ¿sabéis que las polarizaciones son agotadoras, que la capacidad del ser humano por la lucha y por permanecer en el malestar es muy corta?, ¿que la búsqueda de equilibrio, soporte y estabilidad es una necesidad vital?, ¿sabéis que cuando aparecen las verdaderas dificultadas familiares, no hay valor ideológico, porque realmente la ideología ha sido sustituida por proyectos políticos que aúnen?, ¿sabéis que el concepto de inmigración y su abordaje es un problema que no es de interés para la ciudadanía, salvo que afecte al disfrute de los servicios públicos o tenga una repercusión en materia de seguridad?
Y yo me pregunto, ¿sabéis lo frustrante que es para los liderazgos brillantes ser valorados por una ciudadanía sin estándares de calidad? Es abrumador, es inconsistente y, de alguna forma, desequilibrante. Y, sin pretenderlo, así damos entrada a liderazgos menos brillantes.
Hay muchas encuestas y estudios que indican que la ciudadanía, en su mayoría, apuesta por un gobierno alternativo fortalecido, situado en el centro, incluso con acuerdos alternos de gobierno y cerrando políticas de continuidad independientes de la alternancia. La ciudadanía desea sentirse protegida y tener servidores públicos; caer en la confrontación por la diferencia de clases y hablar de una `clase política´, es un mal creado por la ciudadanía y del que somos responsables por ello, porque no hay `clase política´. El liderazgo brillante solo te hablará de servicio público, de gestión y de resultados. Valoremos el liderazgo político como somos capaces de valorar a los directivos y a los ejecutivos, con contraste. Sin olvidar que gobernar con la suma de las minorías no es gobernar con y para la mayoría.
Maite Fernández Valderas
Psicóloga. Asesor Coach Político
CEO ETIK
@EtikMaite www.etikpolitica.es